Porque en los momentos de crisis es cuando más fuertes nos tenemos que hacer, en Atecresa hemos retomado nuestra particular Revolución del Comercio, sección en la que te contamos cómo pequeños detalles fueron grandes avances en la historia de los establecimientos.

Para ello, nos remontamos hasta 1936, viajando hasta los Estados Unidos. Vuelve a ser protagonista de la historia el señor Sylvan N. Goldman, propietario de la cadena de ultramarinos Standard/ Piggly-Wiggly.


La importancia de la observación
Un día, mientras estaba en una de sus tiendas en Oklahoma, el señor Goldman se fijó atentamente en cómo la gente llegaba, apurada, a la caja. Sus bolsas eran incómodas de cargar y, en ocasiones, se rompían, por lo que nunca iban llenas.
Esta limitación de transporte provocaba, sin duda, una venta menor, ya que el cliente no daría cuatro viajes a la caja para llevar su compra.

Otro gran éxito
Como solución al problema, diseñó un carro con una silla plegable en su interior a la que le añadió unas ruedas para desplazarse y una cesta hecha con alambre. Once años después de haberlo patentado, Goldman se convirtió en propietario de una fábrica de carritos de renombre que vendía a todo el país.
De esta manera, el consumidor tiene siempre la sensación de que en su carro cabe más, de que se le está olvidando algo, y los importes de las compras son notablemente mayores.
La idea es muy parecida a lo que hoy en día encontramos en los supermercados, aunque ya hay marcas -Mercadona, en el caso de España-, que apuestan por carros más pequeños, ligeros y ergonómicos, consiguiendo cada vez más

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facilidades para realizar nuestra compra semanal.
Además, algunos carros cuenta ya con sistema antirrobo, que los bloquea una vez abandonan el perímetro del supermercado.
¿Lo mejor en innovación? ¡Ya en muchos no hace falta introducir una moneda para desligarlos!